POESÍA

Década de los 80

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Llega el silencio y ruge el mar. Diez libros de poesía canaria en la década de los 80.

Lista de Acerina Cruz

Manuel Padorno

Dolores Campos-Herrero

Andrés Sánchez Robayna

Eugenio Padorno

María del Pino Marrero Berbel

José Carlos Cataño

Verónica García

A bote pronto, cuando pienso en los años 80 me vienen a la cabeza los recuerdos icónicos de la televisión. En aquella década de purpurina y de prosperidad económica nacimos los que, décadas más tarde, seríamos recordados como generación perdida. Aquella contracultura lávica llegó a su apogeo entre las luminarias de las ciudades turísticas, expandidas por la costa bajo el influjo de la  adecuación neoliberal a los sistemas de producción globales. Poemas como «El sol verdadero» y «El pájaro europeo bebe oro», ambos de Manuel Padorno, atestiguan una observación incisiva del proceso de transformación social que, en el contexto insular y en su devenir identitario, supuso la llegada masiva de turistas.

  Según el escritor y antólogo Javier Cabrera (2004), los poetas que emergen en este período, concretamente en Gran Canaria, y conocidos por lo que Emilio González Déniz bautizó como generación del silencio, también podrían agruparse en torno a una posible generación de la resistencia por la actitud vital que mantuvieron al trabajar la poesía desde un cierto aislamiento, en muchos casos desde el silencio externo y circunstancial —que no es ausencia de ruido ni liquidación de la palabra—, dispersos los unos de los otros, con escasos núcleos de encuentro creativo.

  Sin embargo, para esta selección de libros me he basado exclusivamente en los trabajos publicados en los años 80, dejando atrás a autores tan importantes como Aventino Sarmiento o Sabas Martín, que publicaron sus obras más significativas a principios de los 90. Pido disculpas de antemano por las ausencias imprescindibles, teniendo en cuenta que mi ánimo ha sido nombrar algunas obras que, a mi juicio personal, revelan incógnitas importantes sobre la experiencia de habitar o deshabitar las islas en un tiempo de transición económica y de destape moral.

EL NÁUFRAGO SALE, 1980-1988 (1989). Manuel Padorno.

Manuel Padorno publica en 1989 uno de los grandes libros de poesía del decenio. Es el poeta de la costa desde un punto de vista absoluto, así como un faro en los límites del lenguaje y de la tierra conocida. Según Miguel Martinón (1996), la escritura de Padorno ha alcanzado «grados de extrema tensión en los confines, si no de lo irracional, sí de lo transracional.»

  Esta publicación reúne tres libros de poemas inseparables: Una bebida desconocida (1986), El animal perdido todavía (1980-1987) y En absoluta desobediencia (1981-1988). A medida que se avanza en la lectura, se pasa de una aceptación existencial de lo desconocido hacia una disolución del yo en la naturaleza, a través de una contemplación procesual de la isla o la “casa inmóvil”.

  Su poesía va más allá de las imágenes prototípicas de la ciudad atlántica, a una distancia que se aprecia infinita. Los encabalgamientos y la repetición son aspectos propios del paisaje, en el que existe un cierto silencio, ageneracional, que tiene relación con el regreso del individuo al interior, mediante un tránsito no exento de fortaleza. Manuel Padorno formó parte de sí mismo.

  El naúfrago sale (1980-1988) es un libro escondido en la luz. O en palabras de Padorno, «Contemplo que la lámpara ilumina/ tanto detrás como delante todavía:/ es una luz también que no se ve.» Un año después de la publicación de este libro, Manuel Padorno obtuvo el Premio Canarias de Literatura.

CHANEL NÚMERO 5 (1985). Dolores Campos-Herrero.

Chanel número 5 es la primera obra poética publicada de la periodista Dolores Campos-Herrero, quien también destacó en la narrativa desde el principio hasta su prematuro fallecimiento en el año 2007. No necesita mucha presentación gracias a su faceta profesional en los medios de comunicación y a su gran activismo cultural.

  Chanel número 5 es una gran paradoja en la que queda inaugurada, desde su propio título, una sensibilidad próxima a la poesía objetual, en la medida en que las cosas forman parte de la vida de las personas. ¿Cuántas veces hemos hablado por teléfono mirando fijamente un objeto, simplemente para sostener la mirada? La poesía de Dolores Campos-Herrero señala esos puntos de referencia cotidianos en los que se desbordan las emociones humanas. Asimismo, en su obra destaca la experimentación, la fuerza de las imágenes, el recurso de la ficción y la ampliación de un interior crítico.

  En una entrevista realizada por Cecilia Salerno, la autora llegó a declarar que: «Los ochenta son para mí años de tentativas, de empezar a publicar, de parones y búsquedas, así que me gustaría más ser considerada una autora de la generación del siglo XXI». Y añadió lo siguiente: «Pero puedo asumir también lo de la generación del silencio como esa circunstancia externa que nos afectaba a quienes deseábamos dar salida a nuestro trabajo y no teníamos dónde hacerlo.»

 

LA ROCA (1984). Andrés Sánchez Robayna.

Con la publicación de Clima (1978), Tinta (1981) y La roca (1984), Andrés Sánchez Robayna inició un proceso de separación crítica con la corriente figurativa y narrativa predominante en la poesía española del momento. Según Miguel Martinón (1996), se trata de «una crítica en cuanto se libera de las codificaciones consabidas y destruye la sintaxis lírica heredada, e incluso la propia constitución fónica de la palabra, a través del fragmentarismo […]».

  La primera poesía de Sánchez Robayna es radical, en cuanto prevalece la omisión del sujeto, la palabra desnuda, el reduccionismo sígnico, los versos rigurosamente condensados y una estructura fragmentaria, creada con abstracción, o con nada.

  La diversidad de propuestas estéticas en la poesía canaria es un buen síntoma.  En La roca nos encontramos ante una poesía que se cuestiona a sí misma en cuanto reta al propio lenguaje en la estela del simbolismo, en yuxtaposición al silencio y al absolutismo de la luz. Respecto a esto, George Steiner (2012) advierte además que «[…] el lenguaje natural padece graves debilidades. No puede igualar la universalidad de la música o de las matemáticas. Incluso la lengua más extendida —hoy es la angloamericana— sólo es provinciana y pasajera». La poesía de Sánchez Robayna está apuntalada para elevarse, subiendo cada palabra a una escalera de la luz.

PRESAGIOS DE SUEÑOS EN LAS GARGANTAS DE LAS PALOMAS (1982). Cecilia Domínguez Luis.

En 1981 se inauguró en Canarias el prestigioso Premio de Poesía Pedro García Cabrera, y Cecilia Domínguez Luis fue la primera persona en hacerse con el galardón con su obra Presagios de sueños en las gargantas de las palomas. Esta autora forma parte de la Academia Canaria de la Lengua y del Instituto de Estudios Canarios. Su mayor reconocimiento literario llega en 2015, cuando se le concede el Premio Canarias de Literatura. 

   Presagios de sueños en las gargantas de las palomas es un libro importante e inaugural. Su título es largo y narrativo, rasgos que serán algo más habituales a partir de los años 90. El versolibrismo y otros aspectos formales son contemporáneos pero sin rupturas relevantes respecto al canon predominante. La potencia de este libro reside en la voz interior de la poeta —y en la irracionalidad natural de la mirada—, que impregna cada palabra de fuego. En este libro se encienden las preguntas. Hay una visión onírica del mundo que resulta ancestral y primitiva, saliendo a flote la relevante herencia surrealista de Tenerife.

  La condición insular de la poeta está presente no sólo desde un punto de vista político, sino también a través del contacto con los límites naturales —y extranaturales— del territorio.

SEPTENARIO (1985). Eugenio Padorno.

Eugenio Padorno pertenece a la Generación de 1965 junto a autores como Juan Jiménez, Lázaro Santana, Antonio García Ysábal, Manuel González Barrera o Jorge Rodríguez Padrón. Cuenta en su haber con premios importantes en el ámbito nacional, es miembro de la Academia Canaria de la Lengua y también ha sobresalido por su labor investigadora. No necesita muchas presentaciones, es uno de los poetas españoles más destacados en la actualidad.

  En 1985 publicó una obra central en su producción poética, titulada Septenario. Su poesía es hermética o laberíntica, como señalan Zenaida Suárez y Octavio Pineda (2012), al mismo tiempo que trágica y hermosa. En este libro el poeta realiza un viaje hacia su juventud en la playa de Las Canteras, al suceso per se de autosignificación de la identidad en un contexto isleño marcado por la indiferencia cultural.

  Para Nicolás Guerra (2013), entre otros, Eugenio Padorno es el poeta de la Estética (en mayúscula). En él, la palabra es materia al servicio de la conceptualización de la existencia y un postulado de superación de lo vulgar mediante la hondura del pensamiento.

DEL AMOR IMPERFECTO (1987). Elsa López.

La obra poética de esta autora palmera, nacida en la Guinea española,  comienza en 1973 con la publicación de El viento y las adelfas, será muy fructífera en los 90 y ampliamente reconocida en los primeros años del nuevo milenio, con libros tan relevantes como Mar de amores. No pasó inadvertida en los años 80. Estando en Madrid dedicada a la docencia, obtiene la cátedra en filosofía y publica cuatro poemarios entre 1982 y 1989. Uno de estos libros es Del amor imperfecto, con el que consiguió ser la primera mujer en ganar el Premio de Poesía Ciudad de Melilla. Desde fuera y, pese a proceder de lugares culturalmente exotizados, logra hacerse un hueco entre las poetas más relevantes del ámbito nacional.

  Del amor imperfecto gira en torno al amor verdadero, que es el único posible. Su imperfección es natural, irrenunciable e insondable, por eso escribe: Tú sabes ya de mí/ lo mismo que del aire. Es un libro que está escrito para permanecer abierto, como esas heridas importantes que no logramos localizar en ninguna parte del cuerpo. Y es que por eso Yo tiemblo./ Tiemblo toda/ como si una paloma/ me midiera los brazos. Los paisajes son mayoritariamente grisáceos y evocadores de una tristeza fácil de recrear a través de los sentidos: Muertos los dos sobre la arena fría. Mediante un uso íntimo y valiente del lenguaje, la autora no se detiene en florituras estéticas sin vida. 

 

LLENARÉ DE LUNAS TU EQUIPAJE (1984). Luis Natera Mayor.

Este poeta y ensayista, perteneciente a la generación del silencio, continúa evolucionando en los años 90 con dos libros importantes en su trayectoria, Agrimensores de la bruma (1996) y Las horas del ángel (1997), entre otros. Su viaje poética comienza con la dispersión propia de los años 80.

  Llenaré de lunas tu equipaje es un libro introspectivo con un gran desarrollo del lirismo visual a través de los espacios de la intimidad.  En el poema titulado «Me muevo por la casa», el poeta se deambula hacia una interiorización de los objetos, hasta el punto en que no sabemos si es la casa la que habita dentro de él. Sucede algo parecido con los espacios exteriores, con la errancia y con la dimensión afectiva del paisaje vivido. Según Ramón Díaz Hernández (2017), «Desde la palabra y la imagen nos llama a admirar lo simple y lo llano, lo cotidiano, el paisaje y el paisanaje, reivindicando serenamente lo próximo y lo más familiar».

  En esta obra la tensión entre el arraigo y el desarraigo es constante, similar a la que Gaston Bachelard (2006) explica entre el nido y las migraciones a través de la figura de las aves. Su poética autobiográfica, de gran sobriedad emocional, evoca un profundo distanciamiento como medio de inmersión en la naturaleza insular. 

APOEMAS DEL ALBA ESCARLATA (1982). María del Pino Marrero Berbel.

Esta escritora, activista cultural y artista del ámbito de la Escuela Luján Pérez, nombrada Hija Adoptiva de Gran Canaria en 2021, se dio a conocer como poeta en 1982 al publicar Apoemas del alba escarlata en una editorial de Barcelona. Sus primeros pasos estuvieron influidos por el espíritu de protesta de Mayo de 1968 y por la oposición al franquismo. En este libro podemos encontrar su amanecer apoético, experimental, en el controvertido mundo de la literatura y de la nueva libertad.

  En Apoemas del alba escarlata se ve la influencia de los clásicos de la Antigüedad grecolatina, pero en diálogo con las últimas tendencias estéticas que estaban en ebullición. Su poesía es muy plástica y está comprometida con la realidad marginal. Se cuenta que esta poeta, en compañía de otros, se acercaba a leer poemas en los barrios de prostitutas para tratar de embellecer la mañana —o el alba escarlata— de quienes habían pasado una mala noche, llevándoles «Una constelación de siemprevivas y gerberas,/ las barcas desatadas, las gaviotas y/ nuestros pies descalzos/ aguantando mareas». Su activismo literario mantiene a día de hoy un ritmo inagotable en el corazón.

DISPAROS EN EL PARAÍSO (1982). José Carlos Cataño.

La obra poética de José Carlos Cataño comienza con un título enorme que es un poema en sí mismo: Disparos en el paraíso. Podría quedarme aquí, tal vez no sería necesario extenderme más. Sólo con este oxímoron se puede atravesar la cabeza de un lector y, aún así, dejarlo con vida para que siga leyendo.

  Fue un poeta de la diáspora, convertido a otra fe, cuidadoso con la forma externa del poema, al igual que con el exterior de la isla. Pocos poemas como «Elegía marina» me parecen sencillamente tan imposibles. La emoción descentralizada, el pensamiento pertinaz o el potencial significante de las palabras son algunos de los rasgos que me resultan más destacables en su primera “erupción” poética.

  En esta obra están presentes sus grandes temas, a los que vuelve una y otra vez a lo largo de toda su trayectoria poética y narrativa: la memoria, el amor universal, la muerte y  la insularidad. En Disparos en el paraíso, más concretamente,  el poeta sobrevive al recuerdo familiar y al desorden afectivo.

LA MUJER DEL CUBO VERDE (1986). Verónica García.

Posiblemente esta escritora estaría mejor acompañada dentro de la generación posterior, formada por autores que alcanzaron su madurez poética en los 90 y que se conoce como Última generación del milenio. A mediados de los 80 es una joven de tan sólo 19 años. Sin embargo, con La mujer del cubo verde obtiene el prestigioso Primer Premio de Poesía Tomás Morales en 1986. Este hecho insólito es lo que me ha movido a seleccionar este libro, así como un cierto gusto por cuestionar los paradigmas. Esta notoriedad me trae a la cabeza la poesía precoz de Elena Medel con Mi primer bikini.

  Es muy posible que en la formación poética de la autora jugara un papel importante la figura su padre, el poeta y ensayista Antonio García Ysábal. Este hecho lo recalco para sumar una diferencia más respecto a otros poetas que escribieron su primer libro en los años 80, que surgieron en solitario, —sin vínculos con otros poetas, al menos hasta el momento de la primera publicación— fuera de los  limitados espacios de confluencia literaria.

  La mujer del cubo verde no es a mi parecer el mejor libro de Verónica García, pero supone un hito intergeneracional en estos años. Está bien escrito desde la ternura y la rebeldía ingenua de la juventud. Como advierte la poeta joven de 1986, «Es hora de saber qué significa el tiempo,/ la distancia y la fuerza de mis manos,/ es hora de cantar verdades,/ de ataviarme de guerra y salir al bosque./ El grito saldrá a recorrer el espacio/ siempre a tu lado». Aquella hora ya ha pasado.

BIBLIOGRAFÍA

Bachelard, G. (2020). La poética del espacio. Madrid: FCE.

Cabrera, J. (2004). Acantilado y silencio. Panorámica de la generación poética grancanaria de los ochenta. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo de Gran Canaria.

Campos-Herrero, D. (1985). Chanel número 5. Tenerife: Hernández Álvarez Editor

Cataño, J.C. (1982). Disparos en el paraíso. Barcelona: Edicions del Mall.

Cataño, J.C. (2019). Obra poética (1975-2007). Barcelona: Editorial Pre-Textos.

Corbin, A. (2019). Historia del silencio. Del Renacimiento a nuestros días. Barcelona: Acantilado.

Díaz Hernández, R. (2017). Territorios literarios y geografía humanística en la poesía de Luis Natera Mayor. En Vegueta: Anuario de la Facultad de Geografía e Historia, Nº 17. Las Palmas de Gran Canaria: ULPGC.

Domínguez Luis, C. (1982). Presagios de sueños en la garganta de las palomas.  Santa Cruz de Tenerife: Confederación Española de Cajas de Ahorros.

García, V. (1989). La mujer del cubo verde. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo de Gran Canaria.

Guerra, N. (2012). Estudio preliminar a la reedición de Antología Cercada.  Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo de Gran Canaria.

López, E. (1989). Del amor imperfecto. Madrid: Ediciones La Palma.

Marrero Berbel, M.P. (1984). Apoemas del alba escarlata. Barcelona: Editorial Ronda.

Martinón, Miguel (1996). La escena del sol. Estudios sobre poesía canaria del siglo XX. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo de Gran Canaria.

Millán, E.; Sánchez Robayna, A.; Valente, J.A. y Varela, B. (2002). Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española (1950-2000). Barcelona: Galaxia Gutenberg.

Natera Mayor, L. (1984). Llenaré de lunas tu equipaje. Tenerife: Centro de la Cultura Popular Canaria.

Padorno, E. (2018). Acaso solo una frase incompleta (1965-2915). Las Palmas de Gran Canaria: Mercurio Editorial.

Padorno, E. (2002). En torno a poesía canaria última. Algunas páginas de un seminario. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo de Gran Canaria.

Padorno, E. (1985). Septenario. Las Palmas de Gran Canaria: Mafasca para Bibliófilos.

Padorno, M. (1989). El náufrago sale, 1980-1988. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo de Gran Canaria.

Santana de la Cruz, C. M. (2020). Antología poética de Cecilia Domínguez Luis. Tenerife: Academia Canaria de la Lengua.

Steiner, George (2012). La poesía del pensamiento. Del helenismo a Celan. Madrid: Siruela.

Suárez Mayor, Z. y Pineda, O. (2012). Eugenio Padorno, el naúfrago en el laberinto isleño. En Marrero Henríquez, J.M. (coord.), Gutiérrez Gutiérrez, J.I. (coord.), Rodríguez Quintana, J.Y. (coord.) y Becerra Bolaños, A. (coord.), La luz no interrumpida. Homenaje a Eugenio Padorno. Madrid: Ediciones Clásicas.

Diez libros imprescindibles: poesía canaria de los 80

Lista de Covadonga García Fierro

Pino Betancor

El alba en la espalda

Pino Ojeda

Digna Palou Cruz

Josefina de la Torre

Sabemos que ninguna lista es definitiva, que la construcción del canon no termina nunca, que probablemente su consecución es una utopía. Si pensamos en la década de 1980, la primera década en democracia, lo primero que debemos destacar es que veníamos de una dictadura que había arrebatado por completo los derechos jurídicos y sociales a los homosexuales y a las mujeres, a las que había devuelto a su papel de buenas esposas, amas de casa y madres. Todo ello pesa, no solo en las costumbres y en las creencias, sino también en los criterios con los que se escribe la historia de la literatura. Y sigue pesando en la construcción que hacemos hoy en día del canon, pues nos sigue moviendo la inercia de aquellas ideas anquilosadas que impidieron el avance del país durante cuarenta años. De ahí que haya decidido de forma expresa recuperar los nombres de ocho escritoras imprescindibles que publicaron valiosos libros en la década de 1980. Para mí, autoras de máximo nivel que, injustamente, en muchos casos murieron, en los primeros años de este siglo, sin recibir el Premio Canarias de Literatura, como fue el caso de Josefina de la Torre[1], Pino Ojeda[2] y Pino Betancor, y cuyas obras tenían la misma calidad, profundidad, belleza y valor literario que la de sus compañeros coetáneos.

Del mismo modo que, históricamente, se ha dejado en un segundo plano la literatura que rompe con el ideal de «lo femenino», que cuestiona los roles de género y habla sobre la homosexualidad, razón por la que, probablemente, la obra de Natalia Sosa Ayala, autora homenajeada por el Día de las Letras Canarias 2021, no se ha reivindicado mucho antes. Muchacha sin nombre y otros poemas es el primer poemario de la autora. Una obra en la que, desde la negación del yo («No me llamo Natalia. / Jamás nací. O si nací fue muerta.»), la voz poética comienza un doloroso viaje en el que se irá recomponiendo. Y es que, tal como afirma Blanca Hernández Quintana, «hablando desde la otredad, desde la negación de la identidad de los cuerpos oprimidos, […] desarrolla una obra poética, como resistencia a la normalización, a través de diferentes etapas que se corresponden con la negación, invisibilidad, opresión, búsqueda y aceptación» (Natalia Sosa Ayala, en Archipiélago de las Letras, Academia Canaria de la Lengua, [sine data]).

 

En cuanto a la antología poética A la mar fui por naranjas, de Pedro García Cabrera, considero que tiene un gran valor, pues la preparó el propio autor, aproximadamente un año antes de su fallecimiento. Las voces de Pedro García Cabrera y de Josefina de la Torre -que en la antología Poemas de la isla incluyó su poemario Medida del tiempo, inédito hasta 1989- nos devuelven el eco de la Generación del 27 y de los poetas que fueron represaliados tras la guerra civil. En el caso de Pedro García Cabrera, la cárcel, la huida y la persecución fueron las constantes de una vida de lucha, compromiso social y político y militancia poética. En el caso de Josefina de la Torre, el llamado «exilio interior», la pérdida de tantos derechos para las mujeres logrados con la II República y la desaparición de amigos, exiliados o asesinados, como su adorado Federico García Lorca, marcaron la trayectoria de una escritura que, en ocasiones, se viste de desesperanza.

Existe un tema que tienen en común las obras de Josefina de la Torre, Digna Palou Cruz y Elsa López y que también ha sido orillado por los estudios críticos e historiográficos tradicionales: la maternidad frustrada. Un tema que, pese a su relevancia y a su relación con la vivencia del cuerpo femenino, no ha sido atendido como se merece. Josefina de la Torre siempre quiso ser madre y no pudo. Digna Palou Cruz, sin embargo, vivió la tragedia de perder a uno de sus hijos a la edad de siete años, debido a una enfermedad. Y Elsa López, como es conocido, tuvo que enfrentarse al horror de la «trama de los bebés robados». Se trata de autoras que abordan un tema doloroso desde tres enfoques distintos, pero, en todos los casos, a través de obras poéticas emocionantes y sólidas.

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Asimismo, tanto en las obras de Josefina de la Torre, Digna Palou Cruz y Elsa López como en las de Ana María Fagundo, observamos que el paisaje de las islas Canarias está muy presente. Todas estas autoras, al estar lejos de Canarias, recuerdan el paisaje que marcó su infancia y que tuvieron que dejar atrás. En el caso de Josefina de la Torre, la playa y la luz evocan la isla de Gran Canaria; Elsa López vuelve una y otra vez a La Palma a través del elemento marino, y Digna Palou Cruz y Ana María Fagundo regresan a su Tenerife natal a través de la vegetación y la brisa. Tal como apunta Cecilia Domínguez al respecto de Fagundo, en su poesía «aparece la nostalgia de una isla que se hace más presente en la distancia» (Ana María Fagundo, en Archipiélago de las Letras, Academia Canaria de la Lengua, [sine data]), afirmación que podemos hacer extensible a las cuatro escritoras abordadas.

En cuanto a Olga Rivero Jordán, se trata de una escritora que no pertenece a ningún movimiento, tendencia o grupo poético, sino de una voz independiente que, en 1982, publica su primera plaquette poética, Los zapatos del mundo. Un conjunto muy breve que, sin embargo, da cuenta de un universo poético maduro, pues realmente la autora ya había escrito una obra prolija con anterioridad, pero esta había permanecido inédita. Sin duda, se trata de una de las voces más singulares del panorama poético del archipiélago.

Por su parte, en Las oscuras violetas, de Pino Betancor, la voz poética afirma: «Si pudiera volver al primer sueño, / tú serías de nuevo el primer llanto». Y Pino Ojeda apunta en El alba en la espalda: «Algo, de pronto, sacude mis huesos. / Y vivamente me incorporo. / […] Mas, ya no es posible el encuentro». Se trata de las voces de dos poetas imprescindibles, valiosas y únicas, hermanadas no solo por la amistad que compartieron, sino también por dos temas que atraviesan toda su poesía: el amor y la nostalgia. Una nostalgia que las hace poetizar a través del sueño y de la ensoñación para recrear imágenes y situaciones del pasado que ya no son posibles. Así, el paso del tiempo, el amor, la soledad y la memoria son elementos que están presentes en sus obras y que, mutatis mutandis, nos permiten establecer puentes entre ambas autoras, de las que hemos seleccionado dos de sus mejores libros de poemas.

Finalmente, Luis Feria es otro de los nombres indiscutibles de la poesía insular canaria. En 1989, se publica Cuchillo casi flor -título que recuerda, salvando las distancias, a aquel Espadas como labios, de Vicente Aleixandre-. Un poemario en el que aborda temas universales como el amor o el paso del tiempo, pero que personalmente me interesa por la reflexión que, desde la poesía, hace sobre la propia poesía. Así, en un verso apunta: «No existe lo imposible, el poema lo niega», haciendo referencia a lo inasible, a lo inenarrable, es decir, al territorio al que solo se puede acceder a través de la palabra poética. Otro ejemplo de la presencia de la función metalingüística del lenguaje sería el que está presente en el texto titulado «El poema»: «Si después de leerlo sientes sed / es que el discurso es fértil». Sin duda, una de las mejores aportaciones a la poesía escrita en Canarias en la década de 1980.

            En suma, la década de 1980 marcó un antes y un despúes en la escritura canaria. Nuevas voces, como las de Natalia Sosa Ayala u Olga Rivero Jordán, llegarían para quedarse; otras, como las de Luis Feria o Pino Ojeda, alcanzarían una madurez extraordinaria; y finalmente, las de otros autores, como Pedro García Cabrera, seguirían inspirando a las nuevas generaciones. Espero que el breve recorrido realizado por estos diez libros sea del agrado de los lectores.

[1]Se le dedicó el Día de las Letras Canarias en 2020.

[2]Se le dedicó el Día de las Letras Canarias en 2018.

Lista de Iván Cabrera Cartaya

La rodilla en el agua

Pedro García Cabrera

Destino

Lázaro Santana

Caleton Point

Ángel Sánchez

Como quien no dice voz alguna al viento

Ana María Fagundo

La lengua del gallo

Pilar Lojendio

Desfile otoñal de los obispos silenciosos

Rafael Arozarena

El alba en la espalda

Pino Ojeda

Las oscuras violetas

Pino Betancor

Rumor de límites

Digna Palou

No menor que el vacío

Luis Feria

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Esta es la selección que han realizado nuestros colaboradores, pero ¿tienes algo que aportar? puedes hacerlo al final del texto.

3 comentarios

  1. La rodilla en el agua (1981), Pedro García Cabrera.
    Destino (1981), Lázaro Santana.
    Caleton Point (1982), Ángel Sánchez.
    Como quien no dice voz alguna al viento (1984), Ana Maria Fagundo.
    La lengua del gallo (1984), Pilar Lojendio.
    Desfile otoñal de los obispos silenciosos (1985), Rafael Arozarena.
    El alba en la espalda (1987), Pino Ojeda.
    Las oscuras violetas (1987), Pino Betancor.
    Rumor de límites (1987), Digna Palou.
    No menor que el vacío (antología, 1988), Luis Feria.

    Respetando la lista de mi amiga Acerina, muy interesante, me atrevo a dar esta otra lista posible. Para mi gusto, el mejor libro que publicó Andrés en los años ochenta, y su mejor libro aún, es “Palmas sobre la losa fría” (1988), con el que arranca la que se ha llamado su segunda etapa creativa, en el tiempo, con la aparición del sujeto elocutivo, aunque entiendo la elección de “La roca” (1984) y su significado en su trayectoria acompañado del Premio de la Crítica. De su primera época o etapa, sin embargo, yo prefiero “Clima”.

    Por otro lado, creo que no se puede hacer una lista de libros de poesía canarios de los ochenta sin citar alguno de los seis que publicó Luis Feria, todos magníficos, por eso escogí su antología “No menor que el vacío”. Creo que la aparición, tras años de silencio, de Feria, su vuelta a la isla (para decirlo con un título de García Cabrera) y esos libros constituyen el acontecimiento poético más importante que se dio en estas islas y, me atrevo a decir, en España si España quisiera enterarse de algo o entender algo poéticamente hablando. También es importante, me parece, no olvidarse de nuestras grandes poetas, nuestras poetas mayores, todas sin el premio Canarias, y que en esos años aún produjeron libros admirables, Pino Ojeda entre ellas.

  2. La lista que propones, sin duda, también me parece extraordinaria. Gracias por citar a Luis Feria en los comentarios. Es otra mirada, más exhaustiva, pero distinta. Diez libros son pocos para representar una década, y una mirada únicamente también. Gracias por sumar. Un abrazo.

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