MÚSICA

Década de los 70

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La década de transición: de 'Libérate' a 'Max boy' ​

Lista de Diego F. Hernández

Libérate

Canarios

Ciclos

Canarios

La cantata del mencey loco

Los Sabandeños

Nuevo cauce

Taburiente

Ach Guañac

Taburiente

Erosion

Ildefonso Aguilar

El Eructo del Bisonte

El Eructo del Bisonte

Teclados Fritos

Teclados Fritos

Los años setenta imprimieron otra velocidad al curso de la música. El relato sonoro de la década, en la que el retrato en blanco y negro de la España de Franco comenzó a virar progresivamente hacia todos los colores prohibidos y censurados tras la muerte del dictador en 1975, se traduce en una producción que no llega a la veintena de trabajos publicados en Canarias.  Un patrimonio excepcional bajo el que permanecen decenas de formaciones que no dejaron material grabado en unos años donde la industria del disco era casi testimonial en las Islas. Una época, en definitiva, en la que la cultura, y en particular la música, acompañaría los cambios políticos y sociales que iban a sucederse. Los nombres de Canarios y Teddy Bautista, Los Sabandeños, Taburiente, Teclados Fritos, Eructo del Bisonte o Ildefonso Aguilar, se asoman a esta década donde todo estaba por suceder.

 

 

Discos que son espejo de la voluntad de sus autores de abrazar un lenguaje musical en continua experimentación y desarrollo a través del rock y el soul, el pop, la música popular o la canción de autor.  Trabajos que en su conjunto son referenciales en el relato histórico de la música en el Archipiélago, que permiten conocer en qué coordenadas se movían entonces las bandas de las Islas en una década que a nivel internacional es historia básica de la música, en la que figuran con letra gruesa  los artistas que son leyenda, clásicos indiscutibles, que abrieron nuevas puertas, acuñaron estilo, y en definitiva, forjaron nuevas estéticas musicales como pioneros en su género

 

 

A su manera, Canarias ha jugado con ventaja, especialmente en esta década y en la anterior, por delante de las tendencias y modismos musicales populares en territorio nacional. El desarrollo del turismo tuvo mucho que ver y el influjo anglosajón. Pero no todo se reproducía en la islas al mismo tiempo y velocidad que  en el continente europeo y al otro lado del Atlántico. En los años 70 es cuando “todo empieza a crecer” en la música en el Archipiélago, tal como reseña Alejandro Ramos en La discografía canaria del siglo XX. Catálogo comentado de la discografía moderna editada en Canarias desde 1962 a 1999 (Los Ochenta Pasan Factura, 2010), por el empuje de “cientos de cientos de músicos que se subieron al carro de lo moderno”; el interés de disqueras como Movieplay por lo que se cocinaba en las Islas más allá de isas y folías; y la creación de los primeros estudios de grabación y sellos discográficos.

 

 

Canarios y ‘Free yourself’

 

El nombre de Canarios (1966-1975), la banda liderada de Teddy Bautista, sobresale por encima del resto de artistas del Archipiélago que tuvieron notoriedad en los años de transición. Y es que el enérgico soul trufado de otras sonoridades, de gospel y blues, con el que Canarios arropaba el lanzamiento de Libérate (Ariola, 1970) con Free yourself editado como single de adelanto, fue un acontecimiento mayúsculo en el contexto nacional de entonces. Una música nueva, que Teddy había encontrado en Estados Unidos con la formación inicial de Los Canarios, y que con una alineación renovada reseteaba el proyecto hacia otros caminos. Dos años antes, Canarios marcaba registros históricos, en ventas y popularidad, que se antojaban inalcanzables para un grupo insular con el single Get on your knees/Trying so hard, el superventas del verano del 68 con 200.000 copias vendidas y casi 40 semanas en el número uno de los charts y emisoras de entonces.

 

 

Libérate es un disco que sacude, nadie lo esperaba, nadie imaginaba que Canarias iba a entrar en un terreno que no era precisamente comercial, y que estaba a caballo entre la fusión, el jazz, la música negra…”, razonaba Teddy Bautista acerca del impacto que tuvo el que fuera primer álbum como Canarios. Y es que Libérate llegaba al mercado en los primeros compases de una década en la que las novedades discográficas nacionales eran Joan Manuel Serrat cantado al Mediterráneo; el rock se manifestaba con Leño, Burning, Asfalto o Tequila; y el flamenco era un laboratorio de experimentación y de fusión que elevaron el género a cotas impensables hasta la fecha, de mano de Paco de Lucía y Camaron, Triana y Veneno, entre otros.

 

Una década de señales de un futuro por escribir que fuera de España asistía a la separación de The Beatles y la consiguiente carrera en solitario de sus miembros; y en la que se irían sucediendo las necrológicas tempranas de Jimi Hendrix y Janis Joplin, a los que se sumaría al tiempo Jim Morrison y Elvis Presley, que cogía el tren en 1977, el mismo año en el que los británicos Sex Pistols enarbolaban la bandera del punk, la penúltima gran revolución musical del siglo XX, entre otros hitos de un relato casi enciclopédico.

 

El epitafio: ‘Ciclos’

 

La carrera de Canarios seguía su curso tras Libérate, y se cobraría otras referencias discográficas como los singles Reacción!!, a rebufo de Free yourself; y Extra-Extra!!, aparecidos en 1971; y el álbum Canarios Vivos (1972). La dinámica de Teddy Bautista y de la banda que le acompañaba ya era otra, con dos trabajos en solitario de por medio en formato single, En los bosques de mi mente (1971) y Episodio en 9 x 4 (1973), hasta llegar al que sería una obra monumental y arriesgada para la época por concepto e instrumentación, presidida por la fascinación de Bautista por los sintetizadores y las posibilidades de un nuevo lenguaje que favorecía  la tecnología: Ciclos (1974). La adaptación de Las cuatro estaciones, de Vivaldi, un doble álbum conceptual que abrazaba a las vanguardias de la época, título de cabecera del rock progresivo y experimental facturado en España. Una música que “se adelantaba casi una década”, en palabras del autor.

 

 

 

Ciclos será el epitafio de Canarios como marca. Tras aquel trabajo que tuvo escaso eco comercial y críticas nada favorables, el pulso de Teddy Bautista se dejaría notar en la segunda parte de los años 70 como productor. De una parte, la última formación de Canarios participaba en la ópera rock Jesucristo Superstar (1975),  con dirección musical del grancanario, que además interpretaba a Judas en un elenco que encabezaba Camilo Sesto; y de otro, Bautista sería un personaje clave para encarrillar desde Madrid el trabajo de formaciones que acuñaron lo que se vino a denominar “sonido atlántico” o “nueva canción canaria”.

 

El nuevo folk y la identidad

 

Es el caso de Taburiente,  el grupo palmero que echó a andar como trío en 1974 con Luis Morera, Miguel Pérez y Manuel Pérez, y que tuvo a Teddy en la producción, grabación y mezclas de sus dos primeros discos, Nuevo cauce (1976) y Ach Guañac (1978), donde la música tradicional se contamina de una suerte de rock con un discurso identitario y pegado a tierra, que situaba al folclore de las islas en otro nivel, y que sería una puerta abierta por la que han transitado distintas generaciones de músicos isleños que se deben al folk y la canción de autor.

 

 

 

La revolución del folclore canario, en los términos que defendía Taburiente, no encontró el premio que ansiaban los canarios afincados en Madrid. Habría que aguardar más de una década para ello, pero al tiempo abriría caminos que hoy en día siguen recibiendo a nuevos artistas que tiñen de otros colores la tradición. El caso de Taburiente no es el único significativo respecto al desarrollo de la música popular de las islas en esta década.

 

 

En 1975, antes de que apareciera Nuevo Cauce, una formación de raiz tinerfeña Los Sabandeños, fundada en 1966 con Elfidio Alonso al frente, daba cuenta de cómo el folclore se revelaba como poderosa herramienta que fortalecía las señas de identidad como pueblo. En un contexto en el que la canción de autor alzaba la voz contra el régimen, y cualquier amago nacionalista e independentista era considerado una amenaza para el status quo, Los Sabandeños graban en 1975 para el sello Columbia La cantata del Mencey Loco, pieza musical basada en el poema La tierra y la raza, del poeta tinerfeño Ramón Gil-Roldán y Martín, sobre un pasaje de la conquista de Tenerife entre los soldados castellanos y el mencey Beneharo, que hizo frente al invasor. Una obra que afilaba el discurso nacionalista, de 24 minutos de duración cuyo armazón musical tomaba elementos de los Cantos canarios, de Teobaldo Power, y composiciones propias, que ponía en colisión además la “música colonial” y la que se desarrolló a posteriori como popular en las islas.

 

 

Un trabajo mayúsculo que no escapó de la censura, y que en 1976 sería llevado al terreno del rock con la adaptación no menos arriesgada de la banda grancanaria United, liderada por Alfredo Santana, que llevó el original hasta los 70 minutos con arreglos entre el rock progresivo y el jazz, y en la estela de bandas como King Crimson, los primeros Yes o Pink Floyd. Fue el primer ejercicio de opera rock de factura canaria del que existen distintas grabaciones pero que nunca se llegó a editar en disco de manera oficial.

 

La nueva música popular reivindicaba su espacio como elemento identitario y de pertenencia más allá del camino recorrido hasta la fecha por Los Sabandeños y por la agrupación grancanaria Los Gofiones -en activo desde 1968 con el timplista Totoyo Millares al frente en su primera etapa- y otras formaciones que fueron surgiendo al abrigo de estas dos. El envite entre tradición y modernidad tendría un salto exponencial en las décadas venideras, y hacia 1978 entraba en juego Mestisay, grupo impulsado en la capital grancanaria por Manuel González que reúne en torno a este colectivo a una veintena de músicos vinculados al folclore, y cuya primera referencia discográfica llegaría años más tarde, en 1981 con el título de Taifa.

 

Paisajes sonoros

 

Las nuevas corrientes sonoras como el ambient o el new age marcaban el trabajo de músicos  canarios en aquellos años. Es el caso del artista Ildefonso Aguilar, que entraría en el oficio sonoro con el rock en la década anterior, y que al igual que Teddy Bautista, supo exprimir la herramientas tecnológicas que tenían a mano, para comenzar a perfilar una singular banda sonora de la Isla.  El resultado fue Erosión (GEO, 1978), grabado en Frankfurt, pieza única en su género, donde el pulso de los sintetizadores se acompaña del sonido del viento.

 

 

El rock pide paso

 

El final de la década empareja a dos bandas que se debían al rock con distinta perspectiva: los grancanarios Teclados Fritos y los tinerfeños El Eructo del Bisonte. El destino de estos grupos de tremenda popularidad en sus primeros años, cada uno en su parcela, cambiaría sobremanera hacia 1978 cuando la disquera Movieplay asoma por Canarias en busca de artistas ajenos a la órbita popular. A los dos grupos se les ofrece un Lp compartido que finalmente deriva en los respectivos discos de debut de ambos. Un envite que no satisfizo a Teclados, y que para Eructo sería el único trabajo licenciado con este nombre antes de su reconversión en Palmera en los primeros 80: un pop rock comercial de estribillo fácil, la cuota canaria de la emergente escena nacional que florecía en Madrid, Barcelona, Vigo o Valencia.

 

Eructo del Bisonte dejó un debut mayúsculo con el disco de título homónimo que se publicaba en 1978 con Movieplay. Dani y Tomás Pacheco, Óscar Santana y Carlos Real fueron los cuatro que empujaron el proyecto en 1976, y que plasmaron en vinilo clásicos imperecederos como Kiosko de la paz, El hombre mosca o Mar de nubes. Con Palmera, la ecuación rítmica fue otra, y los dos albumes editados bajo esta marca, Palmera I (1981) y Palmera II (1982) son un puñado de singles y clásicos que certifican el potencial de la banda, desde Lucy o Te dijo eso, del primero; o Las llaves de la moto, ¡Qué pena! y Que mala suerte, del segundo y último. El grupo se queda sin compañía discográfica y se desencadena el principio del fin.  

 

 

Teclados estaban llamados a hacer historia, en la estela de Canarios. Al menos sobre el papel. Con un sonido y estética que reparaba en una suerte de rock muy próximo al glam, con su teatralidad, maquillaje incluído, y ambigüedad sexual, era un proyecto único en su género armado bajo la influencia de formaciones británicas como The Sensational Alex Harvey Band, de quien quedó prendado el cantante y bajista de Teclados, José María Suárez. Junto Jaime Llorca, Emilio Molina y Manolo Benítez eran el músculo del rock menos convencional que se estilaba en las Islas, con directos de antología como los celebrados en el Pérez Galdós o el Guimera; o el histórico en la cancha del Salesianos en marzo del 79.

 

 

El fichaje con Movieplay no tuvo el mismo efecto que en Eructo/Palmera. Las letras se cambiaron del inglés al español para defender un repertorio con joyas que no lucían en su estado primigenio como Dragón, Max Boy o Piérdete Puerca. La decepción del grupo fue mayúscula. Una producción que no hizo justicia al sonido de la banda, y una escena contaminada por la movida convirtió a los grancanarios, de la noche a la mañana, en un grupo de otra época. Los 80 fueron otra historia, con otros dos discos, el pase a Columbia con producción de Teddy Bautista, y la reconversión en Besos Rabiosos.

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